El periodista de investigación más veterano de Euskal Herria acaba de publicar su 11.º libro, 'La Ertzaintza que viene', con la editorial Txalaparta. Aprovechamos la ocasión para revisar el resto de su obra bibliográfica, que es también un retrato lúcido sobre la crisis orgánica del PNV.
Resulta complicado resumir a Ahoztar Zelaieta Zamakona (1972, Bilbao) en una frase que le haga justicia. Es posiblemente el periodista de investigación en activo más veterano de Euskal Herria. Aunque eso no cotiza al alza en una sociedad donde ninguna redacción quiere escuchar hablar de la palabra “investigación”. Es problemático a nivel legal, se piensa. También que no es rentable o, al menos, no tanto como el periodismo declarativo, que molesta poco y sirve para monetizar la publicidad si se escoge un titular que termine siendo viral.
Antes de que llegaran los algoritmos y la imprenta digital, Ahoztar investigó en el diario Egin y en la revista Ardi Beltza, ambos clausurados por el juez Baltasar Garzón. La primera, después de que se desvelaran los entresijos de las escuchas telefónicas ilegales del CESID a Herri Batasuna; la segunda, se cerró tras publicar información sobre las cloacas del periodismo y las conexiones entre el PP y el narcotráfico. Pero este periodista siguió investigando en la revista Kalegorria poco tiempos después. También en sus libros con Txalaparta (el último es 'La Ertzaintza que viene') y antes autoeditándose con la ayuda de la revista Hincapié.
Asimismo, Ahoztar ha divulgado información en redes sociales, donde publicaba –y sigue haciéndolo– hilos a modo de “globo sonda” con miles de impactos. Formado en el campo de la criminología, nunca ha perdido lo más auténtico que le queda a esta profesión burguesa repleta de pusilánimes y voceros corporativos, la vocación de contarle a la gente lo verdaderamente relevante, a saber, lo que los poderosos no quieren que sepan, garantizando así un derecho fundamental, como le gusta señalar: el de la información pública.
En los últimos años, esta modesta revista ha publicado más de cien artículos suyos, demostrando –con visitas que se cuentan por millones– que la gente no quiere ser un sujeto pasivo que consume ignorancia o información descafeinada en la televisión pública, sino que existen los mimbres para una sociedad crítica. De hecho, fomentarla es una de las funciones sociales de Ahoztar. Y lo hace mediante noticias que permean progresivamente en la opinión pública; el “martillo pilón”, decimos en Hordago, la creación de sentido común sobre los que nos rodea mediante la publicación de artefactos periodísticos dirigidos contra la ideología dominante; piezas que muestran a su principal representante, el PNV, como lo que verdaderamente es: un partido corrupto y caciquista, además, sin ningún proyecto de país.
De esta forma, Ahoztar también ha puesto sobre la mesa otra verdad: la crisis del partido que reina en Euskadi desde hace casi 40 años, el fin de esa hegemonía, de la cual, por cierto, tiene parte de responsabilidad.
LA ERTZAINTZA QUE VIENE
Acabas de terminar un libro con Txalaparta sobre la Ertzaintza en un momento en que los miembros del cuerpo han iniciado las primeras manifestaciones “asindicales” e incluso han estado al borde de detener el Tour. ¿Qué está sucediendo en la policía para que, al igual que buena parte de la administración, se opongan al Gobierno Vasco?
Voy a responder desde la perspectiva de alguien que tiene colegas dentro del cuerpo policial. Nos conocemos desde pequeños y hemos forjado una buena amistad. Ya sabes que los amigos nunca son como uno quiere que sean, son como son. Y ellos saben que si pudiera les mandaría a todos al paro. Ahora bien, debido a su edad, estas personas llevan muchos años dentro, no son de las primerísimas promociones, pero sí de las promociones que han experimentado los años de plomo. También tengo relación con agentes de otro grupo, con una visión e incluso una subordinación muy diferente. Así como muchos de los de las primeras promociones tenían un sentido de patria, de lealtad al partido, y pensaban que su labor policial estaba algo así como guiada por un fin mayor que la seguridad, las generaciones posteriores a los años de plomo carecen de eso, en parte debido a que han heredado un trabajo más o menos estable con ciertas ventajas, como la facilidad para acceder a créditos con los bancos, estabilidad laboral, un salario elevado, etcétera. Eso es lo que les mueve a la mayoría de ellos.
¿Cómo describirías su ideología?
Para entender lo que sucede en el infierno siempre hay que tratar de hablar con el diablo. Si bien en el grupo de “Ertzaintzas en lucha” me he encontrado con gente muy heterogénea, muchos son personas con traumas, taras y estereotipos en contra no solo de lo abertzale, sino también de lo vasco. Son, en gran parte, personas que tienen poca o ninguna pertenencia o apego al tipo de sociedad vasca. ¿Por qué? Porque han vivido completamente aislados. Y ese aislamiento, desde el principio, especialmente en las personas que ingresaron a la Brigada Móvil, ha ido forjando un perfil conservador, muy de derechas, ajeno a la realidad mayoritaria del país. Tenían una visión muy dura del conflicto y las relaciones que han establecido con asociaciones y sindicatos, incluso con la policía, son muy cercanas a posiciones de derechas o de extrema derecha. Es natural, estos ertzaintzas vivián bunkerizados, solían comer en los cuarteles de la Guardia Civil... Luego hay otro grupo de Ertzaintzas que denomino “frikis”, y que son los que ingresaron después de los años del plomo. Son los que ves en la patrulla, dentro del coche, cada uno con su teléfono móvil, ni siquiera hablan entre ellos, casi ni se comunican.
¿Millennials?
No tengo elementos científicos para afirmar quiénes son, pero es evidente que son jóvenes. No han desarrollado relaciones personales profundas; su conexión es principalmente laboral. Procuran evitar interacciones sociales después del trabajo, lo cual contrasta con la cultura de muchos veteranos. Tienen relaciones bastante escasas, la empatía parece escasear en estas nuevas generaciones. Hay un claro individualismo, un “sálvese quien pueda”. Entonces, conviven las primeras generaciones desencantadas, que estuvieron en sindicatos y se desilusionaron, con los nuevos “frikis” que encuentran en el mencionado movimiento asindical una identificación diferente. Ya no buscan el espíritu antiguo de patria y modelo policial al servicio del partido, sino más bien cómo obtener lo que creen merecer por su trabajo. Dado que los sindicatos han perdido su conexión con la mayoría de los agentes, estos individuos se centran en cobrar a fin de mes. No tienen apego al servicio público.
Surge así una crisis difícil de descifrar y que se expresa en la huelga de Tubacex. La paradoja es que el fondo de pensiones de la Ertzaintza es el cuarto mayor accionista de Tubacex. Cargaron contra los trabajadores que buscaban mejorar la empresa y criticaban la mala gestión de la patronal. La mayoría de los ertzainas desplegados allí desconocían que el fondo para sufragar sus pensiones dependía del buen funcionamiento de la empresa contra cuyos trabajadores cargaron. La Justicia ha terminado condenado a algunos trabajadores de Tubacex por resistencia a la autoridad y absolviendo a los ertzainas que no actuaron contra el movimiento asindical cuando impidió el funcionamiento del tranvía en Gasteiz durante una de sus movilizaciones.
¿Cómo se relaciona el “capitalismo de consultoría” en la gestión de la crisis de hegemonía del PNV, especialmente en las fuerzas del orden?
El modelo de “capitalismo de consultoría“ se encuentra arraigado en todos los sectores de la administración pública. En este caso, la brecha entre la gestión interna y externa no era tan evidente. Históricamente, las fuerzas del orden contaban con altos mandos y el respaldo de la Unidad Técnica Oficial de la Policía, donde las conexiones políticas eran evidentes. Sin embargo, a medida que estos mandos se jubilaron y la unidad técnica se debilitó, las consultoras ganaron terreno. Esta penetración se intensificó en la última década, especialmente después de la modernización emprendida en 2013. La relación entre consultoras y altos mandos se hizo más pragmática, centrada en el beneficio económico en lugar de una dedicación al país. La Ertzaintza tenía que vender renovación, hacer marketing, aunque no tuviera un plan o una dirección definida. La estrategia era presentar lo viejo como algo nuevo. Como no tenían ideas, acudieron a las consultoras en busca de soluciones.
Además de un libro, has publicado bastantes artículos en Hordago sobre la modernización de la Ertzaintza. La comisaría de Bilbao fue de las primeras en mover su infraestructura analógica al mundo digital, pero también recuerdo leer una entrevista en El Correo a un alto cargo del Ertzaina donde afirmaba que todo estaba aún en sus inicios. ¿Estamos realmente ante un sistema orwelliano que nos vigila y castiga o, como es propio del PNV, ninguna de estas tecnologías funciona realmente?
Por un lado, siempre ha existido cierta obsesión por comprar la mejor tecnología disponible en el mercado. Ya en tiempos de Juan Mari Atutxa como consejero de Interior se gastaban miles de millones de las antiguas pesetas en equipamiento. Incluso se utilizaban los fondos reservados de manera opaca. En el libro constato que compraron los softwares de las empresas punteras, que estaban ligadas a la CIA o al Mossad israelí. Otra cosa es que sepan emplear esa tecnología, o que haya capacidad y recursos humanos para hacerlo. Si bien es cierto que deberíamos relativizar un poco (quizá se ha comprado tecnología solo porque quien la vendía tenía buenos comerciales, hacía buen marketing o simplemente porque había prebendas), es cierto que pueden ejercer una vigilancia masiva, un control muy eficaz, con el material que tienen.
Por otro lado, también se está intentando responder a todas esas nuevas generaciones de frikis que no están por la labor de llevar una porra y repartir hostias por la calle, sino que buena parte de ellos prefieren hacer una vigilancia más técnica, como trabajar en operaciones encubiertas virtuales (ertzainas infiltrados en redes sociales), utilizar drones, software para hacer videovigilancia, etc. Tienen conocimientos sobre ese tipo de material tecnológico y quieren desarrollarlos en el cuerpo. Entran precisamente para eso. Ahora bien, no existe control on line las 24 horas sobre lo que uno comunica por WhatsApp. Es bastante difícil porque la gran mayoría de los agentes al fin y al cabo no se lleva el trabajo a casa, no son guerreros, son funcionarios.
Pintas un retrato paródico, casi propio de Mortadelo y Filemón.
Claro, pero también hay un déficit, y es que se ha invertido tanto en la modernización de la Ertzaintza que no se está invirtiendo tanto en lo que antes se llamaba recursos de interés humano: búsqueda de confidentes, patear la calle, tener relaciones sociales con distintas personas para aumentar el conocimiento policial y la posibilidad de intervención… En sus tiempos existían redes de agentes con gran potencial y la Unidad Auxiliar de la Policía desplegaba recursos para implementar ese tipo de vigilancia. También había mucha gente por la labor de colaborar, ser confidente, suministrar información, ayudar, etc. porque había más o menos un modelo de policía que premiaba esta colaboración. Pero el péndulo de la represión ha oscilado mucho hacia la tecnificación.
¿Dirías que están entrando muchos ingenieros informáticos al cuerpo policial o que existe el mismo déficit que en otras áreas?
Se está vendiendo que no hay recursos cuando es incierto. Se han privatizado los servicios de análisis de ADN alegando que no hay personal cualificado para la investigación en los laboratorios, pero si analizas los documentos donde aparece la cantidad de gente que entra, ves que tiene estudios, y que la propia Ertzaintza reconoce que hay numerosos agentes facultados para ese trabajo. El problema es que están primando los intereses del sector privado. La tecnificación, cuando se produce mediante la asistencia de consultoras, es como entrar un bucle. Los informes siempre te recomiendan recortar los recursos propios del cuerpo como solución a casi cualquier cosa.
Hablemos de la relación entre la Ertzaintza e Israel. Si seguimos el origen de esa modernización, vemos que el llamado “Estado apartheid” está en la génesis de los esfuerzos de digitalización policial. ¿Puedes contarnos cómo se establece esta relación? ¿Qué tipo de afinidades electivas existen y, sobre todo, qué implicaciones crees que tiene?
Lo que hizo la Ertzaintza en su momento fue enviar a comisarios políticos a investigar varios modelos a nivel mundial. Cuando se enviaron los informes sobre cómo trabajaba el Estado de Israel en suelo palestino, la policía británica en Irlanda, o los servicios de inteligencia en Argentina o Venezuela con apoyo de la CIA, estos se analizaron después por altos responsables del partido, donde también había miembros de la futura Ertzaintza, y se seleccionaron elementos de cada contexto para formar un conjunto coherente. También se estudió el modelo policial alemán y cómo la policía italiana se enfrentaban a los independentistas del Tirol. Se invirtió mucho en este tipo de estudios. Finalmente, el modelo que más eficacia mostraba, a pesar de ser un pueblo pequeño y rodeado por grandes Estados y grupos armados, era Israel. Pero lo más importante es que cuando visitaban suelo palestino o suelo del Estado israelí, los responsables del PNV quedaban impresionados con el nivel de seguridad. Incluso cuando ellos venían aquí, los Ertzaintzas que tenían que cubrir esas visitas alucinaban. Hubo una fascinación enorme sobre ese modelo más allá de la ideología, comparaciones étnicas o de aspiraciones sobre el Estado. Era una admiración por la inversión que se había realizado, y por cómo un pez tan pequeño como Israel conseguía morder el culo al gran imperio estadounidense y al mundo árabe.
Para concluir este bloque, podrías ofrecernos una breve radiografía de la Ertzaintza que viene. ¿Qué tecnologías describes en el libro?
Para empezar, hay que tener en cuenta que entre 2018 y 2024, el Gobierno Vasco ha inyectado 5.000 millones de euros a la Consejería de Seguridad. De esa cantidad, una suma significativa se ha destinado al ámbito tecnológico, informático y de las comunicaciones. Existe una obsesión notable en este sentido. Históricamente, ya había sólidas relaciones con grandes proveedores. Al principio, estaban más orientadas hacia temas como la desactivación de explosivos, como con Israel, que poco tienen que ver con la tecnología que han adquirido actualmente. Otro ejemplo: cuando se buscaba formar a la élite de la Ertzaintza en el grupo de intervención, llamaban a los británicos. ¿Querían equipos de telecomunicaciones? Los de Estados Unidos. ¿Equipos informáticos? Alemania. Ahora, el producto adquirido es reconocido mundialmente por su asociación con la vulneración de los derechos humanos y su venta a regímenes autoritarios. Esto ha generado inquietud y ha llevado a una mayor opacidad, especialmente cuando se trata del escrutinio de los modelos policiales a nivel global.
Por poner un ejemplo, ¿puedes detallar un poco más la relación entre el software de espionaje Pegasus y las firmas israelíes que lo proveen en Euskadi?
Al contrato para la última mejora del sistema de intervención de las comunicaciones, un sistema fabricado por la isarelí Verint Systems, y que supervisa la Oficina de Inteligencia de la Ertzaintza, no la Policía Judicial, ni la Policía Científica, se presentaron tres empresas. Curiosamente, las tres son las principales distribuidoras del spyware Pegasus en Europa: BAE Systems (británica), Dars Telecom (italoespañola) y Excem (española), aunque esta última dirigida por una familia vinculada al sionismo y a Netanyahu. Precisamente Excem ha estado a cargo del mantenimiento del sistema de la Ertzaintza durante muchos años.
Cuando estalló el caso Pegasus, se vio ante un dilema importante: ¿cómo seguir adjudicando ese contrato y minimizar el posible impacto de la revelación? El Gobierno vasco decidió adjudicárselo a Dars Telecom, el mal menor, porque no tenía conexiones con Israel. Sin embargo, esta decisión fue impugnada por Excem, y el contrato quedó en suspenso porque el órgano administrativo de recursos contractuales respaldó la apelación. Cuando este órgano solicitó información, la Ertzaintza sugirió que la información debía considerarse secreta, alimentando el temor a que se descubriera el pastel. Pero la moraleja es que las tres empresas que se presentan al contrato son las proveedoras oficiales de Pegasus en el Estado español. Es más, la fabricante del sistema de la Ertzaintza, Verint Systems, intentó en su día comprar al fabricante de Pegasus, la también israelí NSO Group.
¿En el libro mencionas más tecnología de este tipo?
Además de tecnología israelí, en la Ertzaintza también hay tecnología británica y de otro tipo. Como te decía, la cuestión es que la mayor parte del arsenal tecnológico está hecho por fabricantes a los que se les acusa de vulnerar los derechos humanos, vender herramientas a países autoritarios para reprimir a minorías, incluso a periodistas que investigan, interceptar las comunicaciones de los teléfonos móviles de los manifestantes y un sinfín de cosas más. Es importante explicar que esa tecnología toca el sistema de intervención de comunicaciones, extracción de datos de telefonía móvil e intervención de las comunicaciones de manifestantes, sistemas de última tecnología para colocar micrófonos y balizas de seguimiento… Toda esa literatura de 007, muy conocida aquí desde hace muchos años, se ha sofisticado un montón. Por expresarlo en términos comparativos, el referéndum de Catalunya de 2019 fue un banco de pruebas para testar tecnologías que la Ertzaintza lleva años usando.
También existe un sistema muy avanzado de videovigilancia, en el que se va a incorporar la dronificación de la Ertzaintza junto con las bodycam. En eso también están invirtiendo un montón de pasta. No olvidemos que un tercio de los esfuerzos en videovigilancia se dirigen a las Mezquitas, que son el nuevo enemigo de la policía. También se han hecho esfuerzos en la identificación biométrica, el reconocimiento de voz y facial, junto con el ADN, las reseñas videográficas. Al mismo tiempo, la Ertzaintza está trabajando junto a los gigantes de la seguridad privada europea en proyectos para adquirir tecnología y conocimiento en Inteligencia Artificial y algoritmos predictivos de conductas consideradas infractoras, desviadas o anómalas. Por último, por citar dos apartados más, lo que denominan el gobierno del dato y la ciberseguridad, ahí también va a haber una inversión brutal en la recopilación de datos de todo tipo en fuentes abiertas y cerradas, públicas y privadas. Lo venderán como una medida preventiva para catalogar las conductas de las personas e incorporarán tecnologías para el control de comportamiento en grandes eventos como conciertos en el BEC, la Final Four, el Mundial de Rugby, la UEFA o partidos de fútbol normales…
CRISIS EN OSAKIDETZA
Al margen de la modernización en el sector de la seguridad, tú has publicado otro libro con Txalaparta y varios artículos sobre cómo la tecnología y el capitalismo de consultoría sirve para llevar a cabo la privatización de Osakidetza. Cuéntanos un poco qué pasó desde la llegada de Iñaki Azkuna hasta el modelo público privado que están tratando de implantar ahora.
Es complicado de explicar, nos llevaría horas. Resumidamente, cuando Osakidetza nace, es tal su prestigio y capacidad de crecimiento que comienza a integrar hospitales privados, como por ejemplo el Hospital de Basurto, en la red pública. También construye otros hospitales, generando cada vez más infraestructura pública. Evidentemente, se benefician todas sus redes clientelares (constructoras, asesores…) y comienzan los enchufes de personal, etc. Por otro lado, todo hay que decirlo, había un grupo de médicos que tenían como referente al servicio público de salud de Cuba. Se llamaba la escuela cubana, en cuyo servicio público querían que se inspirase Osakidetza. En realidad, lo que ocurrió fue otra cosa: Osakidetza, de la mano de Iñaki Azkuna, se transformó mirando hacia el modelo sanitario británico que defendía Margaret Thatcher: privatización, comercialización y mercantilización, una lógica neoliberal que entendía a los pacientes como clientes y que no trabajaba siguiendo los criterios de salud pública y bienestar social, sino que se guiaba por objetivos de rentabilidad económica.
Dado que tenemos una tendencia a idolatrar a los líderes que privatizaron la sanidad, ¿te imaginas un busto de Patxi López en IMQ?
Rafael Bengoa, consejero con Patxi López y en su momento mano derecha de Iñaki Azkuna, llegó con otro tipo de estrategia. Los socialistas decían que el sistema no se sostenía porque cada vez estaba más envejecido. Decían que las personas mayores y personas con enfermedades crónicas eran grandes usuarios del servicio y económicamente eso no se podía sostener. El PSOE introdujo otra vuelta de tuerca importante a este modelo de privatización, y lo justificó apelando a la cronicidad y el envejecimiento. Había que generar otro modelo: el de la teleasistencia. Esto es, que no vinieran a los ambulatorios, y la atención fuera telemática. Ello también dio lugar a otro tipo de empresas dependientes de Osakidetza, empresas asociadas a la fontanería del PSOE. Como cada vez hay menos pudor para ir fortaleciendo ese modelo privado, el modelo de puertas giratorias hacia la sanidad privada se ha disparado. Estamos hablando de que las cinco personas que han tomado las decisiones más importantes sobre el futuro de Osakidetza, dos consejeros de Salud del Gobierno Vasco, dos exviceconsejeros y un alto cargo de Osakidetza, trabajan para una empresa privada. También otros consejeros y viceconsejeros de etapas anteriores trabajan ahora para el sector privado. Esto en Madrid sería un escándalo, pero aquí todo parece normal.
¿Por qué ha costado tanto derribar el mito de que la salud pública vasca es la mejor del mundo?
En España, para decir lo mal que estaban, siempre se comparaban con nosotros. Qué bien están los vascos, decían. Y así entramos en un círculo vicioso en el que aquí nadie se mira al espejo. Pero eso está cambiando. En los últimos años, se ha hecho evidente ese modelo de ir precarizando, saturando y externalizando servicios públicos para provocar una especie de estado de alarma y un despresitigio que genera un efecto llamada hacia lo privado. Esa es la “nueva cultura” que trata de generar Gotzone Sagardui, un modelo de gestión que ya solo es referencial para Isabel Diáz Ayuso, según denuncian ahora algunas plataformas de la marea blanca por la defensa de la salud pública en Madrid.
Parece que la pandemia, así como la respuesta social que lleva décadas fraguándose, han puesto sobre la mesa la crisis de este modelo de salud privatizado
Es así. Primero porque en el sector sociosanitario ha reventado el asunto. Ya antes de la pandemia estaba a punto de reventar y ahora lo ha hecho definitivamente. A la pelea desde los años noventa de los sindicatos y de las trabajadoras en contra de la aprobación de proyectos sanitarios privados, se han sumado las asociaciones de familiares de residentes que han nacido en los últimos años, las huelgas de trabajadoras y el movimiento de pensionistas, con mucho músculo en Euskal Herria, que denuncian el negocio de los cuidados y las penurias que sufre ese trabajo feminizado de los cuidados. El negocio de los cuidados está en manos de un grupo de empresas privadas y sendas patronales vinculadas a excargos públicos del PNV.
En el sector de la salud pública, a las críticas y movilizaciones de trabajadoras y sindicatos se han sumado entidades relacionadas con la universidad pública vasca que trabajaban analizando este sector, como Osalde. No obstante, lo más importante es que este último año ha nacido la Marea Blanca, la coordinadora de plataformas en favor de la de la Salud Pública, en la que se han juntado plataformas que ya venían trabajando en distintas comarcas de España denunciando los efectos que generaba la privatización. Hay profesionales de hospitales de referencia, vecinos, usuarios individuales, asociaciones de pacientes, sindicatos, trabajadores. Este agente social tiene un elemento mucho más transversal. Este sentido común se ha hecho evidente en las últimas encuestas del Deusto barómetro, que tampoco es que sea del Partido Comunista Chino, donde los ciudadanos suspenden a Osakidetza.
Tú personalmente sueles ser bastante optimista con este proceso de politización en favor de la sanidad pública.
Mis amigos me suelen acusar de ser muy optimista, pero si no vives del optimismo y del humor después de tantos años buscando en la basura de Euskal Herria, pues no vives… Mucha gente que está en un seguro privado se está dando cuenta de que no funciona adecuadamente, o que según el dinero que tengan en la cartilla sufren una peor atención que otros con más capital. También ocurre que cada vez que solicitan un servicio se les deriva de lo privado a lo público. Ese criterio clasista de que lo privado es mejor que lo público se derrumba cuando efectivamente ves que el gran nivel de los profesionales que están en la pública, por ello el sector privado suele publicitar que tiene a los mejores médicos de la pública trabajando en sus empresas.
¿Crees que una de las brechas, trayéndolo de nuevo a tu trabajo, tiene que ver con el modelo de las residencias? La lucha feminista puso de relieve el volumen y las condiciones de explotación del negocio de los cuidados. Las residencias en este sistema público-privado y masificado, son sumamente caras y deficientes desde todo punto de vista, además de corruptas. Este es el modelo de vejez que defiende el PNV, ¿es simplemente falta de comprensión de la realidad o una guerra descarada contra los pobres?
Es un poco como un efecto de bola de nieve que no puede detenerse. Las mismas personas de ese partido que tomaban decisiones sobre el futuro de las residencias estaban privatizando el sector. En el año 91, solo el 10% de las empresas eran privadas, y ahora conforman el 90% del sector. Mucho antes de que llegaran Florentino Pérez o los fondos buitre, esa literatura que en Madrid está tan documentada, en Euskadi había empresas privadas establecidas por gente del PNV conquistando las residencias. Todo eso ha llevado a una extraña evolución en la que estas grandes empresas tienen una situación de monopolio: inflan su currículum cuando compiten con otras empresas privadas por contratos, alegando que su principal cliente es el sector público, y así en bucle. No hay nadie que quiera iniciarse en el sector y competir en esta situación. Además, cuentan con información privilegiada gracias a las puertas giratorias, que funcionan en ambas direcciones. Se crea una red de clientelismo tan extensa que la propia red tiene más influencia que cualquier partido en las decisiones del sector.
EUSKAL HERRIA, A LA VENTA
Otra brecha que quería apuntar es la metabólica, y está relacionada con el escándalo de Zaldibar, otro de los libros que sacaste con Txalaparta. Siguiendo con el repaso de tu bibliografía, fundamental para entender el modelo vasco, no solo se trataría de ese caso, sino de la gestión medioambiental en general, donde se entremezclan especulación urbanística, puertas giratorias, negacionismo climático y todo ello resulta en un desastre ambiental. Zaldibar no fue un caso aislado. La polémica en torno a la privatización del Consorcio de Aguas del Urdaibai, incluyendo el episodio del buque cisterna inyectando agua en Bermeo el pasado verano. Además, en un territorio que ha estado favoreciendo a los capitales fósiles y contaminantes durante décadas, hay una incapacidad para hacerse responsable de las consecuencias. Se ignora permanentemente, solo piensan en las ganancias.
En el caso de las residencias y los vertederos, enfrentamos situaciones similares. Hay muy pocos inspectores para investigar los vertederos y residencias. La administración tiene un control nulo, pésimo, y existe una clara intencionalidad en que así sea. En el caso de los vertederos, el propio Josu Jon Imaz, cuando era consejero de Industria, formuló un decreto que cambió las tornas. Ya no era la administración la que iba a vigilar el impacto ambiental de estas empresas, sino las propias empresas. El mismo que acabaría en una de las empresas que más emisiones genera. Estas claves se repiten en toda la administración, como en el caso de Osakidetza.
Además, que los nombres de los responsables del derrumbe del vertedero eran conocidos por el Gobierno Vasco, y por los responsables locales del Ayuntamiento de Zaldibar o de Eibar. De hecho, algunos cargos públicos tenían relaciones societarias con los gestores del vertedero. Entonces, buena parte del asunto se focalizó en las dos personas que fallecieron, pero hay mucho más de fondo. Ahora hay otro camino abierto, el del interés común. Un juzgado, con recursos limitados y muy poca colaboración por parte de la administración, ha conseguido llamar a declarar a algunos técnicos del Gobierno Vasco. La punta del iceberg de la corrupción está aflorando, pero es que el clientelismo está en todas partes.
Esta también es una de las cuestiones que mencionas en el libro sobre Kutxabank, la idea de que el país está en venta. La desindustrialización no ha logrado revertirse, ni se ha sustituido el modelo económico anterior. Se discute sobre Smart City desde finales de los 90, pero ni los grandes arreglos urbanos de hoy, como Zorrotzaure, son suficientes. Las antiguas clases burguesas, los grandes capitales vascos, pierden posiciones. Tampoco existen bancos para lubricar el sistema. Parece que la idea es dejar a los jóvenes toda herencia posible para, tras pasar por Deusto o Madrid, se conviertan en la nueva élite o monten una start-up. A mi me suena a plan con fisuras.
Bueno, eso genera un complejo potente comparado con el mundo anglosajón, sobradamente separado de Estados Undios, con 200 años de historia, y fíjate tú qué historia: un imperio a escala mundial. Aunque nosotros tenemos miles de años de historia, gran parte de ella se ha perdido, existe poca literatura al respecto. Ante estos complejos, se han querido crear una serie de mitos para construir un relato que nos ubica como un pueblo de referencia, competitivo, en el mundo industrial y cultural de Europa. Aunque reconozco el mérito de la población, hay mucho de construcción de relato. Fundamentalmente, muchos programas, proyectos, reconstrucciones, fórmulas de supervivencia que ha tenido Euskadi proceden de experiencias pasadas, desde los romanos o los celtas. Euskadi ha sido como un puchero donde cada uno ha ido tirando sus ingredientes. Además, desde que el aparato del partido asumió la responsabilidad de gobernanza, han incorporado y copiado elementos que ya habían fracasado en sus países de origen. El modelo de ciudades museísticas de servicios, por ejemplo, esas que en teoría superaríann la contaminación o la injusticia, ya fracasó en Estados Unidos. Es ese modelo de grandes avenidas para evitar delitos y fomentar el consumo, eventos deportivos, ocio (boleras, cines…) Eso era Abandoibarra con Zubiarte, y ha fracasado.
Y que llega hasta Barakaldo, conectando distintas ciudades perfiéricas a través de grandes superficies de consumo y carreteras, como ilustra el proyecto del Megapark o antes el Max Center, que llega hasta Sestao, Trapagarán y Santurtzi, con el Ballonti. En general, los líderes del PNV han importado estrategias sin tener en cuenta la idiosincrasia del país. En lo relativo al urbanismo, cuando Francisco Franco visita Otxarkoaga, promete construir un barrio porque muchas personas cercanas a las grandes industrias vascas, y que eran amigos del régimen, no tenían casas. Les pagaban mal, y ni siquiera les construían viviendas, así que se tenían que montar ellos mismos las chabolas. Sin embargo, resulta ser una chapuza terrible. La idea de Franco no era generar un urbanismo para fomentar la interacción, equilibrar las diferencias sociales o mejorar la conectividad con el centro. Años después, el PNV adopta el modelo estadounidense para confrontar con lo intentado por Franco en Otxarkoaga, el de Txurdinaba, con grandes avenidas y urbanizaciones con su propia plaza. Las grandes avenidas, que pretendían prevenir el crimen, dan lugar a barrios aislados y marginales, con niños que no conviven con los de otras áreas.
Y así se consolida la división geográfica de clases
Claro, esto también generó un urbanismo con un marcado interés de clase. No bastaba exportar un modelo de consumo de ocio, basado en museos, o crear ciudades impersonales y gentrificadas. No era solo que nunca consideraran los efectos colaterales dañinos de importar modelos, ni se evaluaran sus fracasos en otros países para corregirlos, o que simplemente quisieran vender alguna solución, aunque no existiera ninguna. Además, se buscó recolocar a la casta política, económica y cultural, que vivía en urbanizaciones de lujo, en el centro de Bilbao. No solo los hospitales públicos estaban lejísimos, sino que los vecinos de barrios burgueses se llevaban fatal entre ellos, se denunciaban mutuamente y no se ponían de acuerdo ni siquiera para invertir en la mejora de sus urbanizaciones. Incluso las carreteras desaparecían porque no se ponían de acuerdo para pagar a los proveedores. Las cámaras dejaban de funcionar y el campo de tenis se deterioraba. Incluso en los centros de refuerzo escolar, que tenían esa imagen de lujo, no se ponían de acuerdo para invertir y pagar a los profesores. Cuando esa gente se hace mayor y sus hijos viajan al centro, se programa el plan de Abandoibarra. ¿Por qué construir las torres Isozaki allí si no es para esa clase? Había un museo, una gran avenida para pasear, San Mamés al lado, el metro para ir hasta Plentzia si fuera necesario, el IMQ al otro lado del río. Todo está diseñado para esos ancianos que no viven en residencias privatizadas.
Hasta las carreteras…
Ahora se está hablando mucho del problema que hay con la circulación y los atascos en el Txorierri, lo que es un cinturón industrial. ¿Por qué cuando se hizo la primera línea del metro no se empezó por allí? Hubiera sido muy inteligente para evitar atascos, problemas de transporte e incluso sus derivados medioambientalmente. No, la carretera se hizo para una clase social muy concreta, para la gente que quería viajar desde Bilbao hasta sus segundas residencias en las zonas costeras, conectándolas así con la margen derecha. Pero claro, eso siempre se vende de otra manera.
CRISIS EN EL PNV
Te quería preguntar sobre lo que está sucediendo en el PNV. ¿Son luchas de poder por intereses políticos y económicos internos? Parece que el Euzkadi Buru Batzar, e incluso Ortuzar, no está entiendo la guerra de posiciones. Se ven cansados y nerviosos.
Hubo una dirección en el PNV cuando se instaló lo que llamamos democracia que tenía tantas ansias de poder que se hinchó tanto que no dejaron espacio para otros grupos en el partido. Fueron dominantes y no permitieron la opción de intervenir a las bases. Cuando se hizo evidente que el PNV no podía gobernar solo, que tenía que compartir sus redes de clientelismo, con los problemas que eso generaba, surgió una generación, apoyada en parte por el aparato, como el padre de Itxaso Atutxa, Javier, o José Luis Bilbao, que apoyaron el golpe de Estado de la nueva generación, quitando a Arzallus, arrinconando a Ibarretxe y generando un grupo más transversal y pactista. Esa generación la lideró Urkullu con el apoyo de Andoni Ortuzar o Aitor Esteban.
Entiendo que uno de los problemas en la hegemonía del PNV es esa falta de sucesores
Eso es. El problema radica en que esta nueva generación no tiene relevo, especialmente ahora que se han dado cuenta otra vez de que no pueden gobernar hegemónicamente. Los JoBuBis, que se cargaron al padre, no tuvieron hijos que siguieran su tradición. No han tenido sombra, no existe ningún otro grupo que pueda alzarse como alternativa. Por su propia experiencia, temían que alguien les quitara el liderazgo y no han dejado ni un milímetro de espacio en el partido para la renovación. Lo han bloqueado. Si alguien podía haber apadrinado a un grupo que pudiera haber generado un liderazgo nuevo, no centrado en Bizkaia, sino en Áraba y Gipuzkoa, que hiciera de relevo a los JoBuBi, ha terminado en el banquillo de los acusados. Por ejemplo, las personas condenadas en el caso de Miguel. Entonces, la única línea crítica dentro del PNV quedó anulada y los JoBuBi pudieron seguir pactando en Madrid con el PP de Mariano Rajoy, otro partido corrupto. Desde 2010 hasta 2019, además, esta política de pactos ha reforzado su poder, pero la parroquia se ha ido vaciando de creyentes.
Si a eso le añadimos que el aparato, al engordar, ha desinflado y desplazado a las bases, invirtiendo en favorecer el clientelismo en lugar de fortalecer la militancia, observamos que se han quedado sin recursos para hacerse una opción atractiva e intentar movilizar a sus bases para que la parroquia se vuelva a llenar. Desde las elecciones vascas pasadas se ha planteado una alternativa intermedia: feminizar los espacios, como la diputada general de Vizcaya, la diputada general de Álava, o la candidata a la alcaldía de Gasteiz, entre otras. Sin embargo, los resultados fueron horribles. Lo mismo ocurrió en las elecciones estatales.
¿Qué está ocurriendo con el nombramiento de Imanol Pradales y cómo altera, si lo hace, las conclusiones de tu libro sobre los JoBuBI?
Han presentado a Imanol Pradales como alguien que no pueda identificarse con la generación que hizo ese golpe de Estado contra Arzalluz. Él no es un rupturista puro, había sido alumno de Urkullu, y trata de representar la apuesta por un nuevo modelo de gestores, que aboga por la colaboración público-privada. Ahora bien, la realidad es que el partido sigue siendo el mismo. El PNV ya innovó en 2013, buscando personas del sector privado dispuestas a sacrificar su carrera empresarial en favor del interés público. Pero Pradales ni siquiera está en ese punto intermedio. Por eso se ha revestido tanto diciendo que proviene de una clase trabajadora que no llegaba a fin de mes: buscan identificarle con una base social ajena a las esferas de poder, quieren destacar que el capitalismo y el Estado de bienestar funcionan, y que el modelo de gestión neoliberal favorece las herramientas que permiten a alguien nacido en la pobreza ascender socialmente gracias a la igualdad de oportunidades. No es verdad, su nombramiento sigue siendo clientelismo de la casta del partido.
Penúltima pregunta, la del millón. ¿Por qué la gente sigue votando al PNV?
Hay gente, amigos míos, que votan al PNV, pero todos tienen derecho a equivocarse. Lo que habría que decirle a esta gente es que los primeros perjudicados son los propios votantes del PNV. Pero también habrá que preguntarse por qué hasta ahora no hemos sido capaces de generar otra opción atractiva y alternativa lo suficientemente transversal como para hacer frente a la hegemonía del PNV. Está en un momento muy delicado. Evidentemente, no le interesan sus bases, solo que el gran sistema clientelar que ha montado –el de mayor músculo del Estado español, y me atrevería a decir que uno de los mayores de Europa– siga engordando y engrasando la maquinaria. Lo de las bases es secundario. Esas son dos brechas que las opciones políticas alternativas deben explotar.
Una última pregunta relacionada con el periodismo de investigación. ¿Por qué crees que en un momento de crisis de hegemonía del modelo vasco o fractura en el poder del PNV, cuando finalmente se está cuestionando su modelo de país, no hay periodismo que lo cuente, que lo investigue y dedique recursos de manera sistemática a revelar su modus operandi? Desde luego, no parece de interés para la prensa de la izquierda abertzale. Y no lo digo solo por reivindicar el rol de Hordago, que también, sino por entender cuáles son las problemáticas, especialmente desde tu perspectiva, ya que has presenciado el auge, caída en el Estado español y casi otro auge del periodismo de investigación en Euskal Herria.
A nivel global, la investigación ha sido fagocitada por las grandes corporaciones. Ahora se ha convertido en un instrumento para desgastar políticamente al adversario y mercantilizar la información. A escala estatal, hubo muchos equipos de investigación. Sin embargo, los partidos políticos fueron ahogándolos. Cuando el PSOE llegó al poder, desaparecieron los equipos de investigación de editoriales más o menos de izquierdas. Y cuando el PP volvió al poder, los que desaparecieron fueron los equipos de investigación más o menos de derecha, porque el poder los convirtió en las herramientas para publicar los mentideros de sus adversarios reivindicando, en su lugar, una especie de periodismo patriótico.
En Euskal Herria también hubo equipos de investigación, pero son caros y no son rentables. Las empresas de comunicación vascas son empresas privadas que buscan la rentabilidad económica. Prefieren periodistas que cubran ruedas de prensa, ya que permiten llenar páginas más fácilmente. En los últimos años, ha predominado un periodismo donde se repiten las declaraciones de diferentes partes sin profundizar en lo que hay de fondo. También es una forma de no perder ayudas públicas, la publicidad institucional es una herramienta de poder. Luego están los conflictos con grandes anunciantes, que en muchos casos pertenecían a redes clientelares denunciadas por periodistas de investigación. Tampoco ha existido relevo generacional.
En los últimos años el periodismo de investigación se limitó a publicar filtraciones de parte e incluso aceptó el veneno del sensacionalismo, lo cual contribuyó a que las nuevas generaciones que estudiaban en las facultades dejaran de interesarse por ello. A ello se suma que la asignatura de investigación ha dejado de ser obligatoria. Las empresas, a través de su influencia como grandes patrocinadores de másteres, eventos universitarios, y carreras, contribuyeron a ello. Y no olvidemos que cada vez existen más profesores universitarios colaborando con el sector privado.
Incluso los medios alternativos se han dado cuenta de que es más rentable erigirse como portavoz de los movimientos sociales, que no tienen recursos de comunicación propios y dependen de los medios de comunicación alternativos para ser visibles ante la sociedad. También existen un montón de radios libres que se han convertido en meros altavoces de los suyos. En general, los medios alternativos apenas alcanzan a poder realizar información propia de denuncia social o de investigación, salvo honrosas excepciones que emergen en medio de la precariedad laboral, la falta de una cobertura legal mínima o la nula solidaridad entre colegas de la profesión o la militancia.