"Nos dijeron que buscando justicia nos saldrían enemigos, pero han sido muchísimos amigos"

Pitu justizia orain
Iñaki Iriondo
Entrevista a
Fina Liceranzu y Manu Cabacas

La casa de Fina Liceranzu y Manu Cabacas es un recuerdo de su hijo, Iñigo, en cualquier lugar donde mires. El dolor por su pérdida, se une a la rabia por no haber encontrado ni verdad ni justicia ni reparación, y la alegría por el cariño cosechado.

¿Qué tal están?

Fina Liceranzu: Con un vacío...
Manu Cabacas: ...con un puñal en el corazón que no hay cirujano que te lo quite. Es para toda la vida. E intentando llevarlo como podemos. Muy duro.

Pero al menos durante este tiempo no les ha faltado el apoyo de muchísima gente.

F.L: [Se le ilumina la cara] Ay, ay, ay. Son… Bueno, bueno… no tengo palabras. Yo a veces suelo llorar de pensar todo el apoyo que hemos tenido. No sé ni cómo agradecérselo a la gente porque es una cosa tremenda. Desde los críos, a los jóvenes. Suelo ir mucho al Kirruli [local que está en el callejón donde Iñigo Cabacas recibió el mortal pelotazo después de que el mando de la Ertzaintza denominado Ugarteko ordenara «Entren al callejón con todo lo que tenemos, entren a la Herriko [Kirruli], controlan la situación»] y allí los chavales que en 2012 tenían 14 o 15 años y hoy tienen ya 25 me cuidan a más no poder.

Ayer [el martes] me dieron una sorpresa tremenda. A mí Korrika me gusta y la veo. Pero nunca hubiera pensado que la pudiera correr. Nunca. Y ayer uno de los chavales del Kirruli me llamó y me dijo que habían comprado un kilómetro y si me apetecía llevar el testigo. Le respondí que me han hecho regalos pero me parece que esto es lo más grande que me podéis hacer. [Primero pensó en no ir pero finalmente llevó el testigo junto a su marido Manu] Son tremendos. Bondadosos a más no poder. Y a mí eso me ha hecho un gran bien.

M.C: Yo me acuerdo de que Jonan Fernández [entonces secretario general para la Paz y Convivencia] me comentó que por la vía de pedir justicia me iba a encontrar con muchos enemigos. Lo que no me dijo es todos los amigos que me iba a encontrar. Y estoy encantado de haber tomado ese camino. Si he perdido esos que me decía, he encontrado los que de verdad merece la pena tener y los encuentro cada día en la calle. Todos los días.

En su momento hubo testigos que se implicaron mucho. Recuerdo una pareja de Málaga.
¿Siguen en contacto?

F.L: Sí. Laia. Vienen para el homenaje del sábado. Estuvieron una semana en enero.

¿Estas cosas recompensan otras decepciones?

M.C: Sí. Es una persona que se implicó mucho y nos ha aportado mucho cariño e incluso ha sido consejera y sicóloga cuando estábamos bajos. Fina hablaba mucho con ella. Ha estado en casi todos los homenajes. Y viene desde donde vive ahora, en Lérida, solo para el homenaje del sábado.

¿Que han echado de menos en estos años?

F.L: ¡A Iñigo! [Responde como con un resorte casi sin acabar la pregunta]

¿Y aparte de a Iñigo?

F.L: Aayyy… al Gobierno Vasco. Qué malos han sido con nosotros.

M.C: Con nosotros se portaron mal desde el principio. Con otras víctimas han solido estar desde el primer momento, haciendo el minuto de silencio y así. Y a nosotros se nos ha denegado hasta eso. Tardaron dos meses. El apoyo ha sido nada.

F.L: Con decir que el caso estaba en instrucción en el juzgado, todo les valía.

Pero la sentencia dejó claro que no se había investigado debidamente y que eso le había impedido al tribunal hacer bien su trabajo.

M.C: Ya se encargó alguien de que no pudieran hacer bien su trabajo. Hubo al principio una fiscal que empezó bien y al tercer día la largaron y pusieron otra. Aquella lo hizo «mejor», no volvió a aparecer por allí ni a investigar ni a hacer preguntas. Y, eso sí, se preocupó mucho de poner obstáculos a nuestra abogada. Recursos y recursos para llegar a lo que se llegó. Yo sabía que no iba a ser un juicio rápido, lo que no esperaba es que fuera a durar ocho años. Y no se me olvidará jamás cuando después del juicio nosotros estábamos hablando y ¡cómo nos miraba de reojo y para atrás!

F.L: Los hechos ocurrieron con el Gobierno socialista, malos a más no poder. Pero después entró el PNV y también muy mal. Yo los veo como cómplices del Gobierno socialista. No hicieron nada y me duele mucho. Y durante el juicio el Ugarteko, Otaola [mando de aquel día] mintieron. Y hay otra cosa que también me chirría. El actual consejero Josu Erkoreka, en el momento de los hechos pasaba por allí. Le quisiera preguntar si él vio algo. Ellos pasaron tranquilamente. Si hubiera habido algo habrían ido sus guardaespaldas y sus coches oficiales a por ellos. Yo no sé ahora qué anda cuidando mucho a los suyos. Esto me chirría mucho.

M.C: Es que la víctima fue la Ertzaintza. Como dijo en el Parlamento, Iñigo fue el que les obligó [a los imputados] a dejar su carrera policial. Iñigo es el que ha hecho que no tengan una paz familiar ahora. Iñigo es el culpable y por eso ni lo nombró ni nos pidió perdón [en la comparecencia del 15 de diciembre].

Ustedes le pidieron una reunión. ¿Han tenido respuesta?

M.C: Nos mandó una carta que es vergonzosa. Pone en duda de que fuera nuestra porque no llevaba firma. Después nos dice que cómo no va a entender nuestro dolor cuando él ha perdido un familiar joven. Yo lo que le digo es que a nosotros Iñigo no se nos murió. En la primera comparecencia que hicimos ante los medios ya dije que yo quería la verdad, que mi hijo no se había muerto de un catarro, que lo habían asesinado. Eso es muy duro decirlo, pero más duro es que no se reconozca la verdad. Lo mismo que ellos piden a otros que la reconozcan, nosotros, que no somos ni de unos ni de otros, pedimos que se nos reconozca a nosotros.

F.L: Pero a ellos se les llena la boca y como tienen todo lo que quieren piden a los de enfrente. Nosotros no hemos tenido ni verdad ni justicia ni reparación.

M.C: Nada. A nosotros se nos ha negado todo, Fina, ni justicia, ni reparación, ni verdad. Cero patatero. Porque no somos sus víctimas. En el día de todas las víctimas yo siento vergüenza ajena. Casi siempre las mismas suben al estrado para hacer un discurso. ¿Qué pasa? ¿Que los que ha matado la Ertzaintza no tenemos derecho a hablar? ¿Sólo los que ha matado ETA?

La vía penal ha acabado sin que ningún acusado fuera a la cárcel. ¿Querían ustedes venganza?

M.C: No. No. Nosotros desde un principio dijimos que queríamos justicia. El que lo hubiera hecho tenía que pagarlo. Eso es lo justo. No era tan difícil. Hubo muchísimos testigos, que nosotros no conocíamos, que dijeron lo mismo. Testigos que salían llorando cuando declaraban y vimos cómo lo sentían. Y sin embargo también vimos cómo los testigos de la Ertzaintza mintieron como bellacos. La propia jueza lo dice. Lo único que nos quedó fue la amargura de que no condenaron más que a uno porque todo estaba amañado desde un principio. El palo se lo llevó el «tonto útil» que sabía que no iba a ir a la cárcel y que como estaba jubilado la inhabilitación no le importaba. Y se prestó a ello. En principio no quiso entrar en el juego de las mentiras de los demás, y eso le honra. Pero lo que no le honra es que no dijera la verdad después. Echo en falta a otros, al Ugarteko [Iñaki Larrea Arrutia] que fue el principal, pero sabemos de quién es hermano… blanco y en botella.

El primer juicio de este caso no fue por la muerte de Iñigo sino por la denuncia de Ugarteko contra su abogada y contra GARA y NAIZ, a quienes pedía 777.000 euros por haber revelado su identidad.

F.L: Claaaro… eso también. Hay cosas que las tenemos guardadas ahí dentro. Nos han pasado tantas. Os pedía tanto… No sé a dónde pensaba ir ese. Pero le salió mal.

M.C: Intentó acojonar a Jone [Goirizelaia], a nosotros, al periódico y le salió el tiro por la culata. No sabía contra quién se estaba enfrentando. Tuvimos la suerte, y nos costó bastante, de coger una buena abogada de lo que jamás me arrepentiré. Nos ha ayudado y ha trabajado todo lo indecible. Como dicen muchos de sus colegas con los que me he encontrado, «cuando Jone muerde, no suelta». Esa frase me la han repetido.

F.L: Estábamos tan lelos que empezamos a ir a ver abogados que eran socialistas, que eran peneuveros. ¿Qué papel nos iban a hacer esos abogados a nosotros cuando eran del partido? ¿Se hubieran implicado?

M.C: Pues no, porque nadie se tira piedras contra su propio tejado.

F.L: Pero fue curioso ¿eh? Luego marchábamos de su despacho a donde nos acompañaban los amigos de Iñigo. Ayy… esos también [se le vuelve a iluminar la cara] no acompañaban a todo. Salíamos y nos decíamos, «este no».

M.C: Nos recorrimos los cinco primeros espadas que había en la abogacía. Y al final nos encontramos con Jone en el juzgado cuando fuimos a buscar las últimas voluntades. Yo no le conocía personalmente. Y aquel día me gustó mucho la forma en la que nos trató, nos animó, nos ayudó sin ningún compromiso.

F.L: Fijaos si es triste. Nos mataron a Iñigo y encima tenemos que empezar a buscar un abogado, a ir de aquí para allá, a ir al juzgado a por la autopsia… y estando allí nos vino un ertzaina con la famosa carta de Ares con su número de teléfono para que le llamáramos. Será malo. Luego ya llamó a Jone y fuimos a su despacho. Pero… nos han hecho mucho daño. Empezando por Azkuna que no nos hizo ni el reconocimiento. Generalmente a todas las víctimas se les hace en las escaleras. No sé ni por qué le pedimos. Hemos andado como bobos pidiendo cosas a gente que no nos quería…

M.C: Ni nos quieren ver.

Además de no haber casi ninguna repercusión penal, tampoco las ha habido internas. Y eso les dolió también mucho.

M.C: Después de lo del juicio yo esperaba, porque además la sentencia dejaba vía libre para ello, que se tomaran medidas disciplinarias. Pero lo triste y vergonzoso fue que Erkoreka, en esa comparecencia en el Parlamento, dijera que estaba cerrado el caso y que las medidas disciplinarias internas no se iban a tomar porque unos estaban jubilados, otros habían cogido la incapacidad y que consideraban que ya lo habían pagado al tener que dejar su trabajo de policía…

¿A usted cuánto le costó que le dieran la incapacidad laboral?

M.C: Dos o tres años y teniendo que ir a juicio. Y gracias al informe del siquiatra. Si no, no lo consigo. Tuvimos que ir contra la Seguridad Social.
F.L: Fue un lío. Tuvimos que coger un abogado aparte… ya nos han hecho cosas ¿eh?

¿Usted tenía un bar?

M.C: Sí, tenía un bar justo delante de donde mataron a Iñigo. Por la parte de la iglesia y detrás está el callejón donde asesinaron a Iñigo. Yo tuve que dejar el bar porque Fina se negó rotundamente a volver a aquel sitio. Los recuerdos no le dejaban. Al principio yo pensaba, egoístamente, que me haría mucho menos daño el seguir trabajando que retirarme. Pero con el bar no me podía dedicar a trabajar por la justicia para mi hijo. Lo pensé y decidí que para mí era mejor que dejara el bar y no pensara en mí, sino en hacer justicia para mi hijo, que era lo que él hubiera hecho conmigo.

F.L: Jolín que sí. Él los hubiera... [y en ese punto es mejor apagar la grabadora].

Fuente
https://www.naiz.eus/
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