Reinaldo Iturriza
¿Hasta cuándo podremos tolerar esto? – preguntó M en la cocina, quizá intentando encontrar el eco que no había conseguido en la mesa. Mientras desayunábamos, había estado comentando sobre lo difícil que resultaría la cuarentena para muchas familias, en especial para aquellas que no podían asegurar las tres comidas diarias. Nuestra respuesta había sido el silencio. Ciertamente, no un silencio cómplice, como el de quienes solo tienen ojos para mirar sus propios platos. Más bien un silencio doloroso, apesadumbrado, pero silencio al fin.